Uno de los picos más recónditos y lejanos desde cualquier punto civilizado es el Puntal de Vacares. Por ello tuvimos que tomarnos tiempo y emplearnos a fondo los 6 montañeros de esta expedición, Ruben Ll. Enrique G. Vicente P. y la familia Serradell, Paco, Santi y Victor.
Partimos de Trevélez sobre las 7 de la tarde tras los oficios del Viernes Santo. Cargados como burros logramos llegar al Refugio vivac de «La Campiñuela» en menos de tres horas, alli buscamos agua por alrededor pero la oscuridad de la noche no nos permitió encontrarla, a pesar de que se oía lejos. Al día siguiente descubrimos un riachuelo a no más de 50 metros de donde estábamos. Ya casi metidos en los sacos, a eso de las 12 de la noche surgió por el horizonte africano la luna con todo su esplendor; sobra comentar el mágico ambiente en que nos encontramos.
Con las primeras luces del sábado y con todo el equipaje seguimos la ascensión hasta 7 Lagunas, a unos 1500 m de desnivel del pueblo de partida. Allí si que había agua y buenos alimentos, (que llevábamos en la mochila). El tiempo era esplendido, así que no había que entretenerse si queríamos llegar al tuétano de Sierra Nevada, el famoso Puntal. Con el equipo imprescindible seguimos la marcha dando un rodeo a la cima de la Alcazaba y alrededor de las l2 llegamos al paraje del Yunque. Desde allí ya se veía nuestro objetivo a lo lejos, solo que teníamos que descender unos 200 m y remontar unos 400 para alcanzar los 3144m. Poco a poco, pedrusco tras pedrusco y sin necesidad de colocarnos los crampones, alrededor de las 15,30 llegamos a la cumbre. Prácticamente podíamos divisar toda la Sierra desde el Cerro Pelao hasta la cumbre del Veleta, pasando por el Cuervo, Alcazaba, Mulhacen, los Machos.
Debajo de nosotros, en dirección al Alcazaba se veía una serie de lagos todavía congelados y allí nos dirigimos para hacer una parada técnica reparadora. La tarde, soleada y con buena temperatura iba a avanzando, pero no teníamos ninguna prisa, nuestro plan era llegar a 7 Lagunas, (2900m. entre el Alcazaba y el Mulhacén) y pernoctar una noche más en las alturas.
La cena fue rápida pues el termómetro bajaba en picado y solo dentro de los sacos encontraríamos el calor necesario para hace la digestión. Fueron casi 10 horas de descanso, algo impensable en circunstancias normales. La noche fue fresca, unos -2 grados pero aguantamos bien.
El domingo de Resurrección, una vez de día, calentamos el café o colacao, según edades y tras cargar con todo el material iniciamos el largo camino que nos llevaría de nuevo al mundo civilizado. Durante esos días vimos poca gente en altura, pero cabras salvajes a montones. Claro, la cabra es la que tira al monte!
Esta gran expedición fue una prueba de fuego para Victor y Santi, que a pesar de su corta edad estuvieron a la “altura” de los mejores montañeros de la Peña Himalaya, sin contar a Rubén que es punto y aparte.